Tributo a una generación de artistas onubenses
Formada en el taller del escultor León Ortega y el pintor Pedro Gómez, algo más que un estudio de pintura y escultura fue el lugar en el que se reunían artistas e intelectuales de la época. Un oasis en la Huelva de la posguerra donde la pintora entraba gateando y donde aprendió a pintar antes que a andar. Allí coincidió con alumnos como José María Franco o Juan Manuel Seisdedos, además de aprender de tan celebrados maestros, Pilar Barroso conoce allí a Adriano del Valle, Curro Garfias, Enrique Montenegro o Rogelio Buendía, y por supuesto a otros artistas que la ayudan en su primera formación.
En aquel taller conoció la jovencísima pintora a maestros como Orduña Castellano, Martínez Coto o Manuel Moreno Díaz, de quienes pudo aprender además de las técnicas los rudimentos espirituales del arte. Con este importante bagaje marcha a Madrid, donde logrará entrar en su primera convocatoria, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, algo inusual y no solo por el hecho de ser mujer, que ya era algo excepcional, sino por la dureza de las pruebas de acceso. En esa etapa entabla relación con artistas que serían fundamentales para entender su evolución pictórica, desde Waldo Aguiar, hasta Daniel Vázquez Díaz, con quien mantiene una estrecha relación.
Regresa a Huelva y conoce la obra de Esperanza Abot, artista formada en Londres y París, donde ser había relacionado con los postimpresionistas, infuida por Cezanne o Gauguin. Poco tiempo permanece Pilar en Huelva, pues armada de caballete inicia una aventura por Europa que le lleva a residir en Munich, desde donde se desplaza a museos de toda Europa. A finales de los años setenta regresa a una Huelva ya muy cambiada. Permanece en su ciudad natal, y se dedica por completo a la pintura, tal como hicieran extraordinarios pintores como la mencionada Esperanza Abot o su amigo Juan Manuel Seisdedos, prefiriendo los aromas salobres de esta ciudad mezclados con el fuerte olor del óleo y la trementina, más el calor y las inquietudes artísticas de un reducido grupo de amigos, abonando el precio de permanecer lejos de galeristas, marchantes y otros ineludibles condicionantes de la creación artística.
Pilar Barroso, siempre generosa a la hora de compartir técnicas y conocimientos artísticos, ha sido lazo pleno de color y ritmo entre una generación de artistas que permanece indeleble en la memoria colectiva de la ciudad, y las generaciones de jóvenes creadores, algunos de ellos ya afamados artistas plásticos onubenses.